Es hora de revertir la relación de la ciudad con el puerto de Barcelona

Horacio Espeche. Arquitecto. Miembro de Fem Plaça i ABTS. Número 0.

Cuando hablamos del puerto de Barcelona, hablamos del espacio portuario que va desde la desembocadura del rio Besós a la del Llobregat, y que contiene, en realidad, diversos puertos: La Nova Bocana, el Puerto Olímpico, el Puerto del Fòrum (que se encuentra en parte en el término de Sant Adrià del Besòs), el Puerto de Cruceros y el Port Vell, este último, en contacto directo con la ciudad.

Hablamos de un frente marítimo que en la historia reciente y, sobre todo, a partir del impulso olímpico de 1992, ha sido modificado en base a un ejercicio pastoral del poder; de un patriotismo ciudadano acrítico y autocomplaciente con las tácticas de marketing territorial empleadas, las cuales son hoy un referente de un modelo, el “Modelo Barcelona”, alrededor del cual las élites políticas y económicas locales han definido estrategias que favorecen sus propios intereses, con escaso retorno al bien público. Un modelo dibujado ya desde la época del alcalde franquista Porcioles, el cual, en el año 1966, ya avaló el conocido como Plan de La Ribera, un proyecto que proponía un modelo de colaboración público-privada luego profusamente utilizado por los Ayuntamientos constitucionales, y que finalmente acabaría, en esencia, convirtiéndose en el germen del proyecto olímpico.

Hablamos de un Puerto que, en los últimos años, ha ganado al mar una superficie mayor que la que supone el centro histórico de Barcelona, inscrito en una lógica basada en un crecimiento “ad infinitum” y en el que han jugado un escaso papel las organizaciones sociales, sin espacios de participación real y en ausencia de un Plan de Gestión Urbana de los usos marítimos que tenga en cuenta la gestión conjunta de los Puertos de la ciudad de Barcelona citados anteriormente.

Todo esto ha favorecido un régimen urbano basado en la especulación que prioriza la acumulación de rentas inmobiliarias. Estas transformaciones, a favor de determinados lobbies, han ido de la mano de diversos escándalos y han mostrado un menosprecio por mecanismos democráticos que faciliten un control ciudadano sobre las actuaciones de la Autoridad Portuaria de Barcelona (APB).

En 1983, el alcalde Maragall habló de “abrir Barcelona al mar”, pero la promesa de transformar el Port Vell en puerto ciudadano chocó con los intereses económicos en juego. Así, la APB decidió apropiarse de la alta rentabilidad generada por el cambio de usos de un Port Vell ya obsoleto para, con la anuencia del Ayuntamiento, explotar un pastel de 54 hectáreas de superficie de titularidad pública enclavadas en el corazón del distrito de Ciutat Vella.

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Foto: Ancor Mesa Méndez

En este contexto, y a medida que el proyecto de reforma avanzaba en la destrucción del patrimonio portuario, alejándose de los deseos y las necesidades vecinales, surgió, en el año 1989, la plataforma Salvemos el Port Vell (PSPV), desarrollando una intensa campaña en defensa de los valores vecinales y patrimoniales de esta parte del puerto. El balance fue relativamente positivo, ya que logró salvar del derribo el almacén central del comercio, hoy conocido como Palau de Mar, así como la eliminación de los usos hoteleros previstos en el Muelle de España. No se pudo impedir la construcción del centro comercial Maremàgnun, que nada tiene que ver con usos portuarios y afianzó el muelle como espacio de ocio. Las oficinas y el Hotel World Trade Center se construyeron en el muelle de Barcelona. Tampoco se pudo evitar la demolición de los históricos tinglados del puerto, de los antiguos establecimientos de baños y de los populares «merenderos» (chiringuitos).

A estas destrucciones y «aperturas al mar» les sucedieron otras construcciones, pero ninguna tan grosera como la mole de cien metros de altura del Hotel Vela, inaugurada en 2009 y erigida en terrenos de dominio público al borde del mar, a pesar de la Ley de Costas y de la Ley de Supervivencia, en un claro atentado ecológico. Por otro lado, tenemos la vergüenza de la marina de lujo para mega-yates: la “Marina Port Vell”, proyecto que se inicia el 30 de abril de 2010, cuando la APB aprueba la concesión de la marina a Salamanca Nine Limited. Esta actuación es promovida en el momento álgido de esa estafa económica que han llamado “crisis”, una imagen esperpéntica de la opulencia junto a un barrio acechado por la presión de los lobbies turísticos y que ha obligado a marchar a muchos de los vecinos con dificultades para llegar a fin de mes, dado que no pueden pagar los elevados alquileres y son desahuciados de sus casas.

En pleno clima de autismo político y de capital de origen dudoso invertidos en construir la marina de lujo, resurge la Plataforma Salvemos Port Vell en mayo de 2012. Esta Plataforma fue creada por vecinos y vecinas de la Barceloneta y otros barrios de la ciudad para hacer frente al nuevo proyecto especulativo de la reforma del Port Vell, la ampliación y privatización del Muelle de España y con la intención de desmontar el argumento de los supuestos beneficios económicos y la creación de puestos de trabajo que el proyecto aportaría al barrio de la Barceloneta, que ya en el caso del Hotel Vela se habían demostrado falsos.

Cuando desde el entorno vecinal se denunció la falta de información sobre las concesiones y los criterios de la APB para impulsar proyectos en el puerto, y exigió al ayuntamiento actuaciones más decididas en su deber de salvaguardar el interés común, éste se topó con la excusa del ámbito competencial. Es así como aflora que el centro del Paseo de Colón materializa, en toda su longitud, una traza antidemocrática: hacia la montaña es competencia del Ayuntamiento, pero hacia el mar es el reino de la APB, ente autónomo. De esta forma, el movimiento vecinal no puede opinar sobre lo que se hace en el puerto, aunque pase por transformarlo en un espacio de degradación y marginación robando el espacio público con usos que nada tienen que ver con la cultura marítima de Barcelona.

Nos encontramos así, frente a una estrategia urbana de segregación social, de desplazamiento y desposesión: equipamientos de lujo como la Marina del Port Vell colonizarían poco a poco las fronteras de los barrios de Ciutat Vella, una estrategia política y urbana que gentrifica, que se aprovecha de la estructura de propiedad del distrito, donde el 50% es propiedad vertical, haciendo muy fácil comprar edificios enteros con inquilinos y avocándolos al mobbing, al aumento de alquileres y a los desahucios, y reemplazándolos por pisos turísticos y promociones inmobiliarias de lujo. Violencia urbanística, barricidio, maniobras que vacían las calles de vecinos y vecinas  con una finalidad exclusivamente económica y en un contexto en el que solo caben consumidores y turistas.

El Gobierno de Trias acentuó esta estrategia a través de la aprobación del Plan de (ab)Usos en 2013, rechazado en el plenario de Ciutat Vella y que reformaba el anterior del 2010 impulsado por Itziar Gonzalez. Su intento de poner límites al poder económico denunciado, de paso, los entramados corruptos (licencias de actividad y caso del hotel del Palau de la Música) acabaron con su carrera, abandonada por el PSC, víctima de los procederes mafiosos. El plan de (ab)Usos de CIU y PP se tramitó sin contar con los vecinos y vecinas y no contaba con una evaluación integral que analizase el impacto de las actividades en el espacio público. Así, y a modo de ejemplo, permite la localización de actividades no residenciales y hoteleras en un conjunto patrimonial insuficientemente catalogado. Sin embargo, este plan de usos avala el éxito del Gremio de Hoteleros y de la patronal de apartamentos turísticos APARTUR

La franja de tejido urbano anexa al mar, que incorpora no solo los edificios sino también las plazas y calles históricamente relacionadas con la vida marítima, cuenta con numerosos edificios públicos infrautilizados y vacíos (antiguo Gobierno Militar, Aduana Vieja, Antigua Fundición de Cañones, Facultad de Náutica), edificios patrimoniales que pueden acabar como bienes especulativos.

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Foto: Ancor Mesa Méndez

En este escenario creado por la conjunción ideológica de Puerto y ciudad-marca (modelo mantenido por encima de tripartitos, bipartitos y pepevergencias), desarrolló sus acciones la PSPV visibilizando la problemática del Puerto, algo que no sólo afecta a los barrios colindantes, sino que influye sobre la totalidad de la ciudad. Sin embargo, la plataforma, aunqune salió derrotada al no poder impedir la construcción de la Marina de Lujo, alimentó una gran experiencia de trabajo vecinal y propositivo. Basta recordar, entre los diferentes actos realizados, el Seminario Barcelona Ciutat Port (Universidad de Barcelona, 11/2013),[1] el taller El Futur del Ports de Barcelona (Ateneu Barcelonés, Universitat Politecnica de Catalunya, 02/2013) o el  Fòrum Veïnal sobre l’Urbanisme a Barcelona (FAVB 10/2015)[2].

Al replantear la relación de la ciudad con el Puerto, resulta hoy imprescindible incorporar la dimensión metropolitana. Es una urgencia democrática que se depuren las relaciones entre el Ayuntamiento de Barcelona y los intereses privados de los negocios de la APB, así como obtener una explicación detallada de la procedencia y el destino del dinero relacionado con las actuaciones promovidas, algo que sólo se puede hacer mediante el control ciudadano o vecinal.

De esta forma, la APB ha de dar explicaciones y facilitar documentación en relación a las concesiones que realiza. ¿Quiénes mandan realmente en este espacio?, ¿quiénes deciden el modelo de negocio?, ¿quiénes toman las decisiones sobre los proyectos que se realizan, ¿las empresas privadas? Por ejemplo, el proyecto del Museo del Hermitage planeaba sobre terrenos del puerto desde 2012, y muy poco supimos sobre las negociaciones entre la APB y un grupo promotor para abrir esta franquicia del equipamiento ruso en unas naves cercanas al hotel Vela. De hecho no fue hasta el 17 de junio de 2016 que se anunció la decisión de construir un edificio nuevo de 15.500 m2 en un solar de la Nueva Bocana, en una zona en la que se mezclan arbitrariamente diferentes usos, las oficinas de Desigual, la Marina Vela, etc. Los vecinos consideramos ilegitimo que quienes tienen la concesión de este espacio decidan sin ningún tipo de mediación lo que hacer o no hacer, sobre todo porque no se valora, entre otras muchas cosas, el impacto sobre la movilidad que va a generar la llegada de un Museo que planea recibir 500.000 visitantes anuales. Una vez más estamos frente a una vergonzosa privatización de las políticas públicas.

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Font: elperiodico.com

El turismo de cruceros, impulsado por la APB y el sector empresarial turístico, ha pasado de 0,6 millones de cruceristas en el año 2000, a 2,5 millones en el 2015. La ciudad consolida, así, su liderazgo en el Mediterráneo como puerto de cruceros y ya se está construyendo una nueva terminal E para poder operar con mayor eficiencia. Una vez más, desde el mundo vecinal, la acción «Bye bye creuers! I no torneu més!», convocada per l’Assemblea de Barris per un Turisme Sostenible (ABTS), Ecologistes en Acció, la Plataforma per la Qualitat de l’Aire i 350BCN, ha hecho visible la oposición social al modelo masificado y extractivista que encarna el turismo de cruceros, con el Harmony of the Seas, el crucero más grande del mundo, como símbolo.

Frente a este panorama cabría preguntarse ¿la gestión del puerto puede ser disociada de la gestión de la ciudad? Evidentemente no, es más,  la gestión del Port Vell como puerto urbano debería estar en manos de la ciudad para abordar, así, el problema en su globalidad.

No podemos desligar el puerto de la burbuja turística que ha generado la marca Barcelona, un paraíso con dos caras mantenido a base de explotación laboral y de la externalización de los altos impactos ambientales que provoca. Una industria incontrolada que, como Kurtz, nos propone un viaje hacia el corazón de las tinieblas, hacia Detroit o Venecia, hacia la depresión económica por colapso del sistema o la extinción vecinal por el “éxito” del modelo. Por eso, desde los barrios exigimos que el decrecimiento turístico, y la creación y el fomento de verdaderas alternativas económicas, ha de ser una prioridad para cualquier política del sector que se precie de defender el bien común.

[1] Para más información ver http://www.ciutatport.com

[2] Para más información ver https://www.youtube.com/watch?v=dcACUGoVHI4

 

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